POR ANABELLA ALCUAZ

¿Qué es esto de catar a ciegas? ¿“Te vendan los ojos?” suele ser una pregunta que a veces nos hacen a los que estamos en este metié de catar bebidas. Otras personas piensan que catar a ciegas implica tener dotes de adivinador porque uno no sabe qué bebe y tiene que adivinar qué es. Pero no. En realidad es mucho más que eso. Hasta me animaría a decir que para catar a ciegas hay que estar “con los ojos bien abiertos”. Tal vez también agregaría que una pizca de suerte viene muy bien a la hora de acertar qué vino es, su añada, precio y procedencia.

Catar a ciegas es realizar un análisis sensorial del vino contando con poca o nada de información sobre su procedencia o variedad.

La clave es combinar nuestros sentidos (tacto, vista, gusto y olfato) con la experiencia y conocimiento previos. Generalmente se tapan las botellas o se trasvasa el vino a un decantador para librar a los catadores de todo prejuicio.

Lo de “a ciegas” significa no saber de antemano si es un Merlot, un Chardonnay o un Chenin Blanc, por ejemplo, ni qué bodega o enólogo lo elabora ni de qué región proviene. Tampoco su precio en la góndola. Está comprobado que el catador es influenciable a la hora de juzgar un vino por el simple hecho de saber su precio o la bodega de origen. Esta técnica se suele utilizar a nivel profesional en concursos de vinos, en exámenes y, por qué no, en casa con amigos para divertirnos.

Hace un par de meses tuve la experiencia de pasar por un examen en el que había que escribir la nota de cata de 12 vinos de distintas regiones del mundo separados en grupos: había tres vinos en cada grupo. Nos informaron que algunos pertenecían a la misma región y otros a la misma variedad. Pero tenía que inferir cuál era exactamente. El tema es que las prácticas vitivinícolas y enológicas no escapan a este mundo globalizado: actualmente hay pocos vinos que siguen conservando su carácter de clásicos, con estilos bien definidos. Por esta razón, la mayor cantidad de puntaje en este examen estaba asignada a la correcta descripción y evaluación de calidad del vino. Esto es mucho mas importante para un catador que acertar con exactitud la región de procedencia, lo que para mi supone una cuota de suerte.

Los tres primeros vinos me desconcertaron tanto que tuve una gran lucha interna, con mi cabeza y mis sentidos, para poder avanzar y terminar las notas de cata en el tiempo asignado. Eran tres blancos y la instrucción en el papel de examen decía que eran de la misma variedad. Mi vista se fue directo a la última copa, de un marcado color amarillo oro, lo que me llevó a pensar -sin probarlo- que se trataba de un vino evolucionado y probablemente dulce, ya que este color es típico. El primero era de color amarillo muy pálido, con bajo nivel de alcohol, acidez muy marcada y una nota de petróleo que me condujo a un Riesling con algo de evolución. Esta nota mineral es casi una garantía de que estamos en presencia de esta variedad: cuanto más marcada, más evolucionado el vino.

Hasta ahí todo cerraba. Enseguida pensé que se trataba de tres rieslings. El último podía ser dulce, como los que se elaboran en Alemania o Australia. Pero la sorpresa vino con el segundo vino. Tenía muchas notas minerales pero ninguna de petróleo. Fue entonces cuando entré en pánico y tuve que obligarme a mi misma a quedarme allí sentada para no huir… Enseguida degusté el tercer vino, que efectivamente era dulce, pero no podía ser un Riesling ya que tenía notas amaderadas, señal de su paso por barricas de roble. La lógica indicaba que no era un Riesling: esta variedad no se lleva bien con la madera y por ende no se utiliza el paso por barrica durante su añejamiento.

En ese momento, cuando el reloj estaba a punto de condenarme, vino la cuota de suerte de la que tanto les hablé. Mis sentidos se agudizaron un poco más y mi memoria me condujo al lugar preciso. Era un Sauternes. Esas delicadas notas de miel, damasco, frutos secos y vainilla son las que afaman a estos vinos. Los Sauternes se elaboran en el sudoeste de Francia, con Sauvignon Blanc, Semillon y Muscadelle.

Había develado la incógnita. Los dos primeros vinos eran Semillon. Esta particularidad era el hilo conductor entre los tres vinos: la atractiva mineralidad y marcada acidez son características típicas de esta variedad elaborada en Hunter Valley, Australia y en Sudáfrica.  Catar a ciegas siempre será un desafío.

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· La interpretación sensorial del vino
Carlos Catania
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Editorial: Caviar Bleu

· Curso de vino 
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Editorial: Blume

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