POR NICOLAS NOCETI
La clave de la agricultura biodinámica reside en el cuidado riguroso del suelo, un abonado equilibrado, la aplicación de los preparados y el respeto de los ritmos y ciclos naturales. De esta forma, se obtienen frutos de mejor calidad. Hace ya algunos años que la biodinámica forma parte de las estrategias de varias bodegas argentinas y se trata de una tendencia que se comenzó a utilizar en Francia y en España.
Hace ya algunos años que la biodinámica está en los pensamientos de varias bodegas de nuestro país, siguiendo una tendencia que comenzaron países productores del viejo mundo, como Francia y España. Estas prácticas tienen que ver con una filosofía milenaria que llegó a la vitivinicultura en la década de los ´80, de las cuales los bodegueros se rigen para tomar decisiones fundamentales en lo que a manejo de viñedos se refiere. En Francia, esta tendencia es seguida principalmente en las regiones vinícolas del Valle del Loire y Borgoña, en donde vinos de pagos como Romanee Conti, considerado uno de los mejores (caro, por cierto), da un buen ejemplo de esto.
Pero antes de seguir avanzando con esta idea, quisiera poner a vuestra disposición algunas nociones sobre esta disciplina.
La biodinámica es una ciencia creada por el austríaco Rudolf Steiner en 1924 a partir del desarrollo de su Teoría Agrícola Biodinámica. Steiner escribió alguna vez: “La clave de la agricultura biodinámica reside en el cuidado riguroso del suelo, un abonado equilibrado y natural, la aplicación de los preparados biodinámicas y el respeto de los ritmos y ciclos naturales. De esta forma, se obtienen frutos de mejor calidad“. Esta corriente considera las fincas agrícolas con sus animales y sus plantas como un organismo individual cuyo equilibrio depende de su conexión con las fuerzas cósmicas de la naturaleza. Partiendo de una producción orgánica, el cultivo biodinámico se basa en técnicas para mantener la fertilidad, biodiversidad y equilibrio del suelo, protegiendo y asegurando la sustentabilidad de los recursos naturales.
Una de las bases para este cultivo es seguir un “calendario agrícola biodinámico” para coordinar los momentos de la siembra y la cosecha. Por ejemplo, seleccionando días especiales para cada labor, en función de la posición de los planetas para estar en armonía con el cosmos. Nos indica los mejores días para las tareas de la poda y la aplicación de abonos, entre otras situaciones.
Para ello se utiliza un sistema orgánico de fertilización “ que incluye abonado con compost, estiércol y fertilizantes ecológicos- para nutrir, fortalecer y proteger a los viñedos contra plagas y enfermedades. A su vez, la agricultura biodinámica busca estimular la vida y los procesos del suelo con la utilización de preparados biodinámicos (preparados especiales compuestos por productos orgánicos vegetales y animales que llevan un proceso y un tiempo de maduración determinado), como así también, mediante su empleo, lograr que los vegetales se sensibilicen con las fuerzas y energías cósmicas y terrestres.
Para llegar a esto, la bodega tiene que alcanzar la certificación orgánica durante tres años para poder iniciar la etapa biodinámica, que lleva al menos otros 3 años más. Y esto certifica sólo al viñedo y no a la bodega, y muchos menos al vino en sí. Por eso, hasta ahora, cuando se habla de que un vino es “biodinámico” se dice, en realidad, que está hecho con uvas de viñedos que son netamente orgánicos y que practican esta filosofía. Certificar a la bodega y a todos sus procesos productivos dentro de ella es una tarea aún más compleja.
Ahora, muchos pueden pensar que los productores usan “esto” como una herramienta de marketing o venta. Pero lo cierto es que esta filosofía tiene que ver con un compromiso serio para quienes la adoptan, ya que debe originarse desde un sentimiento mucho más profundo que tiene que ver con una idiosincrasia de vida. Bodegas como Noemía y Chacra en la Patagonia, y Colomé en el norte de nuestro país, obtuvieron esta certificación otorgada por Demeter. Ellas dan muestra de esto con la calidad de sus vinos y, si bien lo esencial es invisible a los ojos, no lo es a nuestro paladar. –
MITOS :: Vino blanco igual a dolor de cabeza
Que el vino blanco produce dolor de cabeza es una de las afirmaciones que muchos dan por verdadera y que, sin embargo, para nada es real. Al menos hoy por hoy, tiene que ver con una mala elaboración y no con las uvas blancas, ni mucho menos con el vino blanco en sí. Esto podría tener algo de cierto hace algún tiempo cuando, para preservar de la oxidación los vinos elaborados con las variedades blancas, se les añadía muchos sulfitos, un componente químico derivado del azufre, que provocaba los dolores de cabeza. Hoy la enología ha progresado y los viticultores conocen las dosis correctas de sulfitos que necesitan y no suelen añadir más de los que resultan convenientes. Si a la mañana nos despertamos con dolor de cabeza, culpémonos a nosotros mismos y a la cantidad que tomamos la noche anterior.