¿Lamarck no estaba tan errado? Un nuevo enfoque de nuestros genes

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POR GONZALO PÉREZ, DOCTOR EN BIOLOGÍA

La idea tradicional de que lo que está escrito en nuestro material genético es lo primordial en determinar el desarrollo de un organismo  (ontogenia), y que los cambios en la secuencia del ADN heredadas y fijadas por la selección natural son los motores de los cambios en las especies (filogenia), dando como resultado la evolución de la vida en la tierra,  son hoy en día sólo una importante, aunque no completa, visión del escenario biológico.

Preguntas como “¿por qué no son exactamente iguales los gemelos?”, “¿por qué murió prematuramente la oveja Dolly?”,  “¿qué hace que el chimpancé sea tan diferente a nuestra especie cuando compartimos el 99% del material genético?”,  no pueden ser completamente resueltas mediante la Genética mendeliana o con el concepto neodarwinista.

Tras la finalización del Proyecto Genoma Humano en 2001, los científicos se han dado cuenta que hay mucho más en las bases moleculares del funcionamiento celular, el desarrollo, el envejecimiento y muchas enfermedades,  que la que está escrita en la enciclopedia de nuestros genes. Muchas de estas incógnitas están siendo resueltas y muchas otras podrán ser evaluadas a través de la Epigenética.

La Epigenética puede ser definida como la rama de la ciencia que estudia la modificación de la expresión genética producida por medios diferentes de los cambios en la secuencia del ADN y que son heredables. Citando a Denise Barlow: “La Epigenética siempre ha sido todas las cosas extrañas y maravillosas que no pueden ser explicadas por la Genética”.

Una de las fuentes de mayores modificaciones de los genes, sin ser estos alterados en su secuencia nucleotídica, es el factor ambiental y puede afectar a uno o varios genes con múltiples funciones. Por medio de la regulación epigenética se puede observar cómo es la adaptación al medio ambiente dada por la plasticidad del genoma, la cual tiene como resultado la formación de distintos fenotipos según el medio ambiente al que sea expuesto el organismo, sin cambios en el ADN. Estas modificaciones presentan un alto grado de estabilidad y, al ser heredables, se puedan mantener en un linaje celular por muchas generaciones. Es decir: la Epigenética es el eslabón que nos faltaba entre los genes y el ambiente.

Los principales mecanismos actualmente conocidos de regulación epigenética son la metilación del ADN, la modificación de las histonas y ARN no codificante. Lo interesante de estos mecanismos es que por ejemplo la dieta, el largo de los días, la temperatura y la presencia de depredadores pueden indirectamente determinar qué genes se expresan y cuáles quedan silenciados. De esta forma, puntualmente en el caso de la nutrición, el tipo de alimentación adquirida por un grupo de organismos puede causar cambios en la expresión genética y estos cambios pueden heredarse en las siguientes generaciones.

Esta afirmación recuerda una idea extraña que tuvo un gran naturalista francés hace ya muchos siglos. Sí, parece que la idea, en principio ninguneada de JeanBaptiste Pierre Antoine de Monet de Lamarck, no era del todo incorrecta.

Lamarck propuso la idea de evolución y que entre los mecanismos de la evolución de la vida en la Tierra, los caracteres adquiridos durante la vida de un organismo eran heredados por sus descendientes. Por lo tanto, algo de cierto había en las conclusiones de observación de la naturaleza alcanzadas por  Jean Baptiste.

Actualmente se está gestando un nuevo enfoque que se suma a las ideas neodarwinistas. Por ejemplo existen revista científicas especializadas en Epigenética.
(www.landesbioscience.com/journals/epigenetics).

Este enfoque llevará a un conocimiento más completo y pragmático de la complejidad del modelo, del entrañado plano subyacente del laberinto gestado

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