POR GONZALO PÉREZ, DOCTOR EN BIOLOGíA
Una nube gris plomiza le ganó al día y, en la noche prematura, los truenos y relámpagos anunciaron que este invierno sería diferente. Anunciaron precipitaciones de elementos terrenales. Las cenizas y partículas caídas del cielo comenzaron a acumularse por doquier cubriendo ciudades, bosques y lagos de una extensa región del sur argentino. La Tierra se expresaba nuevamente. Así como meses antes el mundo quedó atónito por los resultados del sismo en las proximidades de Japón, el sábado 11 de junio, la enorme liberación de energía por una herida del manto terrestre nos vuele a mostrar la fragilidad de nuestro existir.
Aquellos problemas cotidianos se disuelven y desaparecen ante nuevos inconvenientes más elementales. La falta de agua potable, el aire viciado, los cortes de luz, el paisaje desconocido y los lagos oscuros son la realidad actual de muchos habitantes de la Patagonia.
Este invierno será recordado por las incontables pérdidas económicas, el turismo con reservas canceladas, los animales sin pasturas y las familias migrando. Pero el mundo continúa girando y pocas veces el ser humano se ha retirado ante la expresión de lo ingobernable. Por lo contrario, se levanta, saca los escombros y vuelve a construir. A veces, también aprende, comprende, acepta. Quizás, las tragedias de índole natural sean las únicas que no pueden catalogarse. No existe a quién culpar y por esta razón es primordial lo que hagamos ante la adversidad.
En la creencia mapuche los espíritus (ngen) rigen las entrañas y las calderas de los volcanes junto con otros espíritus menores, los pillanes. Estos espíritus puedes ser asociados al mal o al bien, dependiendo del volcán. En este caso la erupción del complejo volcánico Puyehue nos afecta directamente. Sin embargo, la tierra que habitamos, la vida vegetal y los paisajes que disfrutamos son el resultado de las fuerzas geológicas y climáticas actuando conjuntamente. El vulcanismo y las glaciaciones moldearon el planeta hace miles y millones de años y continuarán haciéndolo hasta que la Tierra se apague. Las cenizas de hoy son los suelos fértiles del mañana.
Cuando la Tierra se expresa quedamos a su disposición, a su merced. Nuestros cuerpos y almas vuelven, aunque sea por segundos, al comienzo de la humanidad, donde nuestra vida estaba completamente regida por los caprichos y ritmos de la naturaleza. El día y la noche, las estaciones, los ciclos lunares, las tormentas, los terremotos, los volcanes, el avance y retroceso de los glaciares son los síntomas de una Tierra viva, de un planeta joven. Los habitantes de la Patagonia saldremos adelante y en unos años recordaremos este inverno. Ojalá lo recordemos también por la solidaridad, por el trabajo conjunto y por las oportunas y sabias decisiones de nuestros gobernantes.
Muchas fuerzas para que pronto sea solo un recuerdo. –