San Lorenzo, un homenaje en la cumbre

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TEXTO Y FOTOS FRANCISCO BEDESCHI

A 70 AÑOS DE LA HAZAÑA DEL PADRE ALBERTO MARÍA DE AGOSTINI.

El sacerdote salesiano Alberto María de Agostini tiene en la Patagonia varias páginas históricas escritas con su nombre. Una de ellas dice que fue el primero en  “hacer cumbre” en el Cerro San Lorenzo  en diciembre de 1943. Con la idea de homenajearlo y de recordar su proeza,  Alberto “Muchacho” Prebisch,  Leonardo “Cuny” Proverbio , Fernando “El Flaco” Márquez y yo, en octubre de 2013, transitamos sus mismos pasos. La hazaña de De Agostini continúa siendo extraordinaria.

Ya escribí sobre el cerro San Lorenzo (ver AIRE Nº 30 ). La nota se llamó «En el nombre del Padre y hablaba del “lejano y silencioso cerro que a todos sorprende “. La bella mole que corta la estepa santacruceña hechiza con su elegancia a cualquier aficionado a la montaña. Más aún: cuando se toma conciencia respecto a que el primero en hacer cumbre en sus 3706 metros de altura fue el últimos gran explorador de la Patagonia, el legendario cura salesiano Alberto María de Agostini, montañista y documentalista de la Patagonia, la admiración por su hazaña se acrecienta.

El San Lorenzo y De Agostini están estrechamente vinculados. En 2013 se cumplieran los 70 años de su glorioso ascenso y el aniversario hizo que me animara a intentar un homenaje:  llevar a la cima del cerro la estatuilla de Maria Auxiliadora de la Patagonia, la bandera Italiana, el gallardete del Club Andino Bariloche (CAB) y obviamente, la bandera nacional. La estatuilla de la Virgen se explica por su condición de sacerdote; la bandera italiana, por su nacionalidad (De Agostini nació en Biella, cerca de Torino y allí están sepultados sus restos); el gallardete del CAB porque acompañó a los dos guías Alejandro Hemmi y Heriberto Schmoll (en el ascenso de diciembre de 1942 se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial y De Agostini no pudo contar con guías Italianos). La “albiceleste” no requiere de mayores razonamientos: su presencia es incondicionada. Porque va de suyo.

Tomando como documento la foto publicada en el libro Ascensión al Monte San Lorenzo (1945) comencé a soñar con la expedición y el homenaje. Tuve la suerte de poder contar para esto con la compañía de Alberto “ Muchacho” Prebisch, quien se encargó de bendecir con el Padre Javier Bonan (“el padre Javi” para todos los montañeses de Bariloche la imagen de la Virgen. Con “Muchacho” ya habíamos realizado algunos ascensos en distintos volcanes de la Patagonia. También, por suerte, fue de la partida Fernando “El Flaco” Márquez, quien tenía más ganas de ascender el San Lorenzo que de vivir… Y para que la cuestión tuviese el éxito casi asegurado, nos guió el atleta Leonardo “Cuny” Proverbio, rebautizado el “aniquilador de cumbres”. Yo me sumé con mucho entusiasmo y poca experiencia en montaña. Tratando de equilibrar peso y el equipo fotográfico indispensable, nos lanzamos al intento.

Nos pusimos en marcha el sábado 19 de octubre por la tarde hacia la ciudad de Cochrane, en Chile. Allí, el domingo a la mañana, hicimos las últimas compras y partimos al Fundo San Lorenzo, hoy propiedad de la familia Soto, un histórico fundo al que con asiduidad solía visitar De Agostini. Dormimos esa noche “donde Lucy Soto” y arreglamos el alquiler de caballos con su hijo. Había que hacer un primer porteo hasta el Refugio Toni Roherer, montañista suizo que murió en 2002 junto al barilochense Santi Batet cuando un pedazo del “ hongo” de la cumbre se desmoronó, sepultando a ambos. Mandamos a caballo “y para arriba” los esquíes de travesía, las sogas y algunas vituallas y caminamos unas 5 horas hasta el histórico lugar de acampe que utilizó De Agostini en 1943.

Nos despedimos de Soto y ya instalados en el cómodo refugio, nos preparábamos e ilusionábamos con la cumbre a cada minuto. Yo me tenía tanta fe que tallé de antemano una tejuela de madera para dejar de recordatorio. El lunes bien temprano, con una pequeña nevada, emprendimos el ascenso hacia el “Paso del Comedor”. Íbamos muy cargados y guiados por el “Flaco” Márquez, que había estado en el cerro dos veces antes intentando lograr la deseada cumbre. Luego de unas 7 horas de marcha llegamos a nuestro primer campamento donde, por medio de un teléfono satelital, recibimos un mensaje del guía Lucas Jacobson. Decía: “Clima excelente mañana y pasado. Suerte con la cumbre”.

El auspicioso mensaje nos envalentonó y nos llenó de alegría. Cuny Proverbio decidió aplazar la cumbre para el jueves y ralentar la marcha hasta la base de la cascada de seracs. Fue así que pasamos una noche increíble rodeados por algunas de las cumbres menores de la Cordillera de los Andes. Al día siguiente sólo hicimos unas 4 horas de travesía hasta elegir el lugar de acampe al pié de la cascada de seracs. Descansamos para prepararnos para el larguísimo y duro día de cumbre.

Particularmente debo decir que el San Lorenzo me abrumó en todo sentido: nunca imaginé que la montaña fuese tan grande.

Todo lo que había hecho en la Patagonia anteriormente se minimizaba frente a los enormes glaciares que veía alrededor. La sola idea de imaginarme en la cumbre de esta montaña me llenaba de emoción. Al mismo tiempo, advertía que a cada paso la posibilidad se acercaba. Pero, lamentablemente para mí , una vez más la Patagonia me enseñó que somos del todo insignificantes y que todo lo que parece fácil, se convierte rápidamente en un escollo.

El día jueves, el planificado por Cuny para el ascenso, comenzamos la marcha a las 6 de la mañana y ya el tramo de la carpa hasta el comienzo de los seracs, me pareció abrumador. El amanecer teñía de rojo la cumbre del San Valentín (la montaña mas alta de la Patagonia) que, imponente, nos acompañaba desde el Campo de Hielo Norte. También pude ver muy de cerca el Arenales (3 .400 metros), que desde que me enteré y confirmé que era un volcán, rápidamente lo sume a la lista de los que teníamos que ascender para el libro que vengo haciendo desde hace unos años y para el que ya hemos coronado 16 cumbre en toda la Patagonia.

Pasaban los minutos y la marcha se hacía lenta. Cuando emprendimos el tramo de duro ascenso por la cascada, tuvimos dificultades para atravesar algunas grietas. Ante la incertidumbre de poder pasar, el Flaco Márquez sugirió regresar. “Fran, estás avanzando muy lento y a este paso no llegamos”, me dijo. En ese momento tomé conciencia que quizás el intento de homenaje podía fracasar. No lo podía creer,  tan cerca…  ¨No estamos cerca”. me dijo el Flaco. “Falta mucho todavía y es muy duro y muy largo. Vinimos juntos y nos volvemos juntos. Otra vez será”.

El Flaco era el único que había estado en la montaña. A Cuny no le importaba: a él, cualquier cosa que le pongas adelante, la sube y la “pasa”. Y Muchacho se moría de ganas de seguir. Así las cosas, estando en el medio de la cascada de seracs, tomé la decisión de regresar solo al campamento y de arengar a mis compañeros para que cumplan el merecido homenaje y terminaran con éxito nuestra aventura. “No se olviden de sacar fotos de la estatua y de todo”, les dije a los tres. Y así partieron para arriba, aguerridos, valientes. Gracias a Dios todo salió bien. Llegaron los tres titanes a la codiciada cumbre. Yo estaba feliz: mi sueño se había hecho realidad.

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