POR GONZALO PÉREZ, DOCTOR EN BIOLOGÍA
En esta etapa del año los días mas extensos y las temperaturas mas agradables nos invitan a disfrutar del tiempo al aire libre. Asados, mates y deportes nos vuelven a conectar, de alguna forma, con la naturaleza. Pero los beneficios de la época estival vienen acompañados por desagradables vicisitudes. Los personajes de mayor rol protagónico y declarados culpables de arruinarnos el ocio y llevarnos incluso hasta la histeria, son los mosquitos. Pocas personas no los detestan. Casi nadie los defiende y muchos han cuestionado hasta su propia existencia. Preguntas viscerales como “¿por qué no me dejan dormir?, ¿por qué no los erradican?, ¿por qué me pican a mi?”, han sido formuladas millones de veces por victimas al borde de un ataque de nervios, desesperadas por el insomnio, enloquecidas por el irritante zumbido…. Ellos se han ganado nuestro odio.
Casi como generalidad de este grupo de insectos, los cuales pertenecen a la familia Culicidae (verdaderos mosquitos) una de las tantas familias del orden Diptera (insectos con dos alas), sólo la hembras son las que pican. En su defensa hay que decir que las especies de moquitos no sobrevivirían sin el rol reproductivo de los machos, “reconocidos” vegetarianos. En la actualidad existen descriptas unas 35.000 especies, es decir son un enemigo avasallador.
Las hembras se alimentan de la sangre de mamíferos, aves y anfibios y utilizan este preciado tejido conectivo líquido para iniciar su ciclo gonotrófico y poder así realizar una puesta de huevos. Pero no sólo su inquietante naturaleza y avidez por nuestra sangre son características negativas de estos insectos que llevan evolucionando unos 250 millones de años. Algunos mosquitos, además, son vectores de enfermedades infecciosas, las cuales no tienen terapias curativas eficaces, como la fiebre amarilla, el dengue y la malaria. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que la especie de mosquito Aedes aegypti causa 50 millones de infecciones y 25 mil muertes al año. En tal sentido, son numerosas las razones para que estas pequeñas alimañas sean estudiadas por grupos de científicos de todo el mundo.
Una de las primeras preguntas que nos hemos estado haciendo, probablemente desde ya hace mucho tiempo, es para qué sirven. Y no es un pregunta menor dado que, incluso entre científicos, existen ideas contrapuestas. Sin embargo, personalmente me inclino por tratar de pensar en una forma holística, en donde hasta la mas pequeña pieza del rompecabezas tiene una significancia menor o mayor. Pero importancia al fin.
Las larvas de los moquitos, por ejemplo, son una importante fuente de alimento para la trama trófica de lagunas, charcas y estanques. Da tal forma, los planes de erradicar a todas las especies de mosquitos de la faz de la tierra, siendo quizás en algún momento posible, me parece una postura extrema. Otras ideas más “dimensionadas” son los estudios científicos realizados para controlar las especies “vectores de enfermedades”. Entre estas cabe destacar las investigaciones realizadas por Oxitec (Oxford, Reino Unido de la Gran Bretaña), quienes mediante genética avanzada y biología molecular han logrado modificar genéticamente mosquitos machos, los cuales tanto en laboratorio como en su medio natural, al aparearse con hembras sanas, producen una descendencia no viable.
También son muy interesantes los estudios para desarrollar repelentes respetuosos del medio ambiente como aquellos a base de esporas y cristales de la bacteria Bacillus thuringiensis (o Bt) las cuales poseen propiedades insecticidas. Mediante la ingeniería genética se han modificado diferentes plantaciones como (tabaco y papas) para que estas plantas produzcan toxinas Bt y de esta forma protegerlas contra cierto grupo de insectos como las polillas, las moscas, escarabajos y chinches.
Por otro lado, algunos grupos de investigación se enfocan en comprender cuáles son las señales que emitimos las victimas para ser escogidas como posible blanco de estas pequeñas “jeringas aladas”. Los resultados son realmente atrayentes. Por ejemplo nada tendría que ver la cantidad de azúcar que posee nuestra sangre, sino los niveles de CO2 (dióxido de carbono) que producimos como resultado de la respiración. Estas emanaciones son para los mosquitos un aroma irresistible. Asimismo, parece ser que ni la citronela ni las señales acústicas (ultrasonido) son efectivas.
Así es, amigos lectores, que estos pequeños y molestos insectos son sofisticadas maquinas evolucionadas para succionar nuestra sangre y causarnos desagradables momentos. De esta forma, la interacción entre humanos y mosquitos se suma a la larga y no muy apreciable lista de conflictos en lo referente a la relación con los insectos. Pero como dijo mi abuela, “no mates a las arañas porque por algo están”.