Volver al primer amor

“Amo el cuerpo humano”, explica Roxana Moreno. O Roxy, como le dicen. “Me gusta dibujar sus curvas, sus pliegues, su musculatura”. Recuerda, entre silencios y probables melancolías, que cuando era pequeña acompañaba a su madre a sus clases de escultura. Allí, como no podía ser de otra manera, Roxy observaba modelos vivos, hombres o mujeres que se colocaban en el centro del taller con una luz dirigida. “Y todo en medio de un circulo de alumnos atentos a modelar el vacío y la forma que surgía de ellos”, agrega. Luego comenzó a estudiar Bellas Artes y fue ayudante en el taller de dibujo de Américo Balán, su maestro. “Allí era la encargada para que el taller estuviera listo y en condiciones para que los modelos posaran”.Sin dudarlo, acepta que le gusta el rito que existe entre el modelo y los dibujantes. “Es interesante comprobar el respeto, el cuidado que se le tiene, para que no se canse, para que no tome frío. Hay algo parecido a lo sagrado cuando un modelo se sube a una tarima y se descubre. Porque es eso es lo que me interesa ver: no es la desnudez sino el cuerpo “descubierto”, el cuerpo sin nada que me remita a otra cosa, sin más dato que la piel, la postura, la presencia. Al observarlo, veo una gran belleza, que no tiene que ver con lo lindo o lo feo. Veo poesía”. Dibujos. Dibujos de Roxy Moreno para no abandonar jamás aquella idea del primer amor. ■

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