Las residencias de Dios :: IGLESIAS DE CHILOÉ

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TEXTO Y FOTOS FRANCISCO BEDESCHI

Chiloé ofrece un espectáculo único. Allí, paradigmas históricos de una historia que fue y es, están las iglesias como un ejemplo de varios relatos que coincidieron: el de los talentosos chilotas, el de la inmigración, el de la fe. La isla de Chiloé. O el “país de las iglesias de madera”. Dos ideas metonímicas. Inseparables. Y bellísimas desde hace tres siglos.

Cuando decidimos un viaje por la Patagonia, nos encontramos con varias alternativas. Si el periplo es por la Patagonia chilena, la lluvia será, sin dudas, un factor determinante. Esta misma lluvia que hace todo tan verde y exuberante, ocasionalmente nos puede privar de apreciar las montañas en todo su esplendor. Muchos son los que hacen un largo viaje con la idea de ver la majestuosa silueta del cerro San Valentín, la cumbre máxima de la Patagonia (4.067 metros). La lluvia (“terca y lenta”, como decía don Miguel de Unamuno) lo impide. Lo mismo sucede con el volcán Melimoyu, en la ciudad de La Junta. La zona del lago Llanquihue, por Puerto Varas, es acaso similar: los que tuvimos la suerte de transitar las costas del lago en un día despejado admirando los volcanes, sabemos que no se trata de una circunstancia habitual.

Pero esto no debe condicionarnos. También hay viajes patagónicos que se pueden disfrutar con lluvia y este es el caso de la isla de Chiloé, el “país de las iglesias de madera” como llaman algunos al archipiélago. Viajar a la isla con sol o con lluvia no cambia las cosas radicalmente, ya que se puede encarar un viaje cultural arquitectónico impresionante de cualquier manera. La lluvia, en todo caso, aportará un clima estético y melancólico especial.

Descubrir las iglesias de madera levantadas durante 300 años en el archipiélago es una pretensión totalmente recomendable independientemente del clima. Cruzar  a la isla y recorrer sus caminos y pueblos hace que el paisaje, a veces, pase a segundo plano y la rica historia de la región nos atrape. Desde la toma de posesión por parte de España, en 1567, Chiloé no dejó de ser protagonista principal de todas las narraciones y secuencias posibles. Hacia 1767 se funda el Fuerte San Carlos, en Ancud, mientras que en 1608 aparecen los jesuitas y comienzan a construir las iglesias. Fueron estos sacerdotes quienes también exploraron la zona del lago Nahuel Huapi por primera vez. Hasta la llegada de Francisco Moreno al Nahuel Huapi en 1876 desde el Este (o sea desde Buenos Aires, desde el Atlántico y no del Pacífico), siempre se ingresaba a la zona desde Chile, por lo que Chiloé tiene una gran conexión con Bariloche. También es conocida la población “chilota” que pobló el Estrecho de Magallanes cuando Chile tomó posesión de la región. Fueron también trabajadores chilotes quienes aportaron su esfuerzo para el desarrollo de las empresas laneras en el sur de Argentina.

Cerca de 400 iglesias de madera se construyeron en todo el archipiélago con piezas  traídas de la zona de Palena: alerce para las tejuelas y ciprés, mañio y luma para las estructuras y revestimientos. Son numerosas las que siguen en pie: todas estas “obras maestras” originaron la creación de la “escuela chilota de arquitectura religiosa en madera”. Edificadas enteramente en madera, constituyen un ejemplo único en la arquitectura religiosa de América Latina. Sus ideas y conceptos combinan las habilidades de los talentosos chilotes con la  tenacidad de los sacerdotes de La Compañía de Jesús, orden fundada por San Ignacio de Loyola en 1539. Por eso es que en el 2000 la Unesco decidió declararlas como “Patrimonio Arquitectónico de la Humanidad”.

Tres días parecen ser suficientes para visitar  las 16 iglesias elegidas y recorrer también el Fuerte San Carlos, cerca de la ciudad de Ancud, donde el Océano Pacífico se muestra con toda su fuerza y esplendor. Las iglesias están todas activas y son, incluso actualmente, punto de encuentro de las comunidades isleñas, que mantienen muy activos sus valores espirituales. La más alta e impresionante es la de San Francisco de Castro, que se levantó en la época franciscana (los Franciscanos sucedieron a los Jesuitas luego de que la corona española decidiera la expulsión de los Jesuitas en 1767).

Se ubica en la plaza de armas de la ciudad capital de la isla.

Chiloé propone un recorrido distinto por la Patagonia. Allí se conjugan la belleza del paisaje con la particularidad de la arquitectura, sobre todo para los amantes del uso de la madera y de ciertos detalles históricos. Otra particularidad, ya perdida pero no olvidada, fue el ferrocarril de trocha angosta (similar a la famosa “trochita” patagónica, que une Río Negro con Chubut, en Argentina) que se inauguró 1912 para unir Ancud con Castro. El violento sismo de Valdivia (1960) lo destruyó por completo. Hoy sólo quedan vestigios de esa joya ferrocarrilera en la costanera de Castro, donde se exhiben las máquinas a vapor que alguna vez unieron las dos ciudades más importantes de la isla.

MAPA IGLESIAS CHILOÉ
1 Iglesia de Achao Quinchao
2 Iglesia de Quinchao Quinchao
3 Iglesia San Francisco Castro
4 Iglesia de Rilán Castro
5 Iglesia de Nercón Castro
6 Iglesia de Aldachildo Puqueldón
7 Iglesia de Ichuac Puqueldón
8 Iglesia de Detif Puqueldón
9 Iglesia de Vilupulli Chonchi
10 Iglesia de Chonchi Chonchi
11 Iglesia de Tenaún Dalcahue
12 Iglesia de Colo Quemchi
13 Iglesia de San Juan Dalcahue
14 Iglesia de Dalcahue Dalcahue
15 Iglesia de Chelín Castro
16 Iglesia de Caguach Quinchao

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