POR: GONZALO PÉREZ
En la actualidad la población humana es de alrededor 7000 millones de personas. La alta tasa de nacimientos en relación a la mortalidad y una esperanza de vida mas larga, hacen que nuestra especie evidencie un crecimiento exponencial. Los pronósticos son preocupantes: la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que para el 2025 la población llegará a los 8100 millones y para el 2050, a 9600 millones. Sin embargo, la importancia de estos números suele diluirse y enmascararse en la sola sensación de “¡cuántos ceros!”. Pero es al mirar el problema de un punto de vista menos numérico, como por ejemplo al examinar los efectos de las actividades humanas sobre el planeta, donde se puede vislumbrar lo delicado de la situación.
Si bien el desglose del problema puede resultar en una fértil ramificación, donde diversos temas como ecológicos, biogeoquímicos, climáticos y socio-económicos son basales para el desarrollo de este ensayo, hoy nos focalizaremos en el consumo de energía que requiere y requerirá el sustento de la población humana.
La forma de energía más básica que necesita el hombre para su sustento se encuentra en forma de materia, siendo el alimento lo que permite que la maquinaria biológica funcione. Al incrementarse la población humana, el consumo y por lo tanto la demanda de alimentos se incrementa sincrónicamente. Es en esta aseveración donde puede decirse que se encuentra la génesis del problema. Los recursos son limitantes y por lo tanto el crecimiento de una población no puede ser indefinidamente exponencial. Sin entrar en temas económicos, de mercado y capitales, el crecimiento humano está sujeto a un aumento de consumo de alimentos que conlleva una disminución del estado de salud de la biósfera. Menos selvas y bosques, más campos de cultivos y de pastoreo. Menos especies de peces en los mares, más piscifactorías. Los ejemplos siguen y evolucionan en temas tan variados como la contaminación de las napas freáticas por las granjas porcinas o la emisión de gases de “efecto invernadero” por el cada vez más creciente desarrollo ganadero.
En la búsqueda de soluciones nuestros esfuerzos en las ultimas décadas se han volcado a los alimentos transgénicos y ecológicos. Sin embargo, el voraz apetito energético sólo fue saciado momentáneamente para devenir en la sensación de más estómagos vacíos. Un pensamiento lógico, y que de alguna forma se opone a esta discusión, es el hecho real de que al alcanzar el límite de los recursos, la población humana dejaría de crecer. Es decir, supermercados desprovistos, salas de maternidad vacías. Sin embargo, este escenario conlleva a un Amazonas completamente cultivado, la extinción de animales (por ejemplo el koala o el oso panda) dada la reducción y desaparición de los bosques de eucaliptos y bambú.
Las soluciones son necesarias e imperativas. Actualmente muchos científicos, asociaciones e inversores se encuentran trabajando en variados campos de investigación. Un ejemplo de las actuales tendencias es la producción de alimentos ricos en proteínas. Entre estos, la carne cultivada puede ser un buen anticipo de lo que será el futuro. El investigador holandés Mark Post ha logrado desarrollar tejido animal de células madre de vaca en cantidades suficientes como para hacer hamburguesas. Estas, según sus palabras, tendrán el mismo sabor y propiedades nutritivas que aquellas hechas con carne natural. Por supuesto, el paso para llegar a la producción industrial de este tipo de carne es aún enorme. Pero las implicancias y secuelas de este estudio sin duda también lo son.
La ganadería actual es muy ineficiente y perjudicial para el planeta. El gran número de ganado consume mucha agua y produce grandes volúmenes de gas metano, un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el CO2. Otro tipo de solución es la utilización de los insectos como fuente de proteína. Si bien en Occidente esto puede ser descabellado o incluso desagradable, en el sudeste asiático y África, 2000 millones de personas comen insectos como langostas, saltamontes, arañas, avispas y hormigas con regularidad. Los insectos poseen tasas de crecimiento muy altas y tienen muchos beneficios como una menor emisión de metano, bajos en grasas y colesterol y un alto nivel de calcio y hierro. Falta por resolver su palatabilidad. Pero la idea de crear una pasta proteica para confeccionar alimentos se encuentra en desarrollo.
Las soluciones presentes y futuras prueban la capacidad de nuestra especie de utilizar nuestro intelecto. De cambiar las reglas “naturales” del juego. Sin embargo, ¿no debemos también tratar de pensar de forma diferente? ¿Son necesarias las economías en continuo crecimiento, sustentadas por un ferviente e incansable consumismo? ¿Cuándo el derecho humano terminará en el derecho a equilibrio de nuestro medio ambiente? Es prioritario tener conciencia de que debemos dejar de crecer para crecer.